Ligas de fútbol de latinos en Queens - Nueva York - Estados Unidos - 2024
Ender Mora
llegó a la cancha de fútbol del parque Flushing Meadows Corona un domingo por
la tarde con un par de nuevos amigos venezolanos que habían bajado de un
autobús en la Autoridad Portuaria de Nueva York cuatro horas antes, tras un
viaje desde la frontera de Texas.
Los dos
jóvenes de 20 años no llevaban calcetines, vestían solo chaquetas delgadas y
parecían confundidos y agotados. Mientras esperaban su turno en la cancha,
Mora, vestido con su uniforme de fútbol, se encargó de alcanzarles botellas de
agua, bocadillos y abrigos.
“Sé que
acaban de llegar, pero pensé que es importante que vean esto”, dijo Mora, “para
que conocieran a más de nuestra gente de los que estamos ya aquí”.
Durante
décadas, la cancha de Corona, Queens, a la sombra del monumento del municipio,
la Unisfera, ha albergado numerosas ligas de fútbol de migrantes, en su mayoría
latinoamericanos. Los equipos están libremente organizados en torno a la
identidad nacional. El último equipo en unirse a sus filas, llamado La
Vinotinto, está formado solo por venezolanos.
Se formó el
pasado abril en medio de la reciente afluencia de migrantes a la ciudad de
Nueva York (más de 183.000 han llegado en los últimos dos años). Mora, que
lleva en la ciudad desde 2022, oyó hablar del nuevo equipo a otro migrante
venezolano y no tardó en apuntarse.
Este hombre
de 36 años había jugado al fútbol de manera semiprofesional en su ciudad natal,
Mérida. Dice que al principio solo esperaba hacer algo de ejercicio, pero que
acabó encontrando mucho más en los partidos semanales.
“Somos
nuevos en la ciudad y siempre ayuda intercambiar experiencias”, dijo. “Alguna
gente vienen solo a platicar”.
Aunque
muchos integrantes de La Vinotinto han estado viviendo en albergues de la
ciudad y luchan por encontrar trabajo, “venir aquí nos hace bien a todos”,
dijo. “Nos ayuda a salir un poco de nuestra realidad”.
Con lluvia,
truenos o nieve, todos los domingos llega gente a las canchas de fútbol. En
verano, es habitual que se jueguen más de 100 partidos, organizados por decenas
de ligas privadas, en unas 20 canchas a lo largo del día. Algunos jugadores
llegan antes para arreglar agujeros en las redes de las porterías, pintar
líneas frescas en el césped o colocar sillas plegables para los espectadores.
Una tarde de
febrero, tras una fuerte tormenta de nieve, los partidos continuaron a pesar de
las malas condiciones. Jugadores de Colombia y México salieron a palear partes
de la cancha, mientras otros forraban sus zapatos con bolsas de plástico para
mantener los pies secos.
Algunas
canchas son de tamaño reglamentario; otras son más informales, incluida una que
tiene un gran árbol en el centro. Los jugadores se limitan a regatear el balón
a su alrededor.
Un equipo
está formado principalmente por guatemaltecos de la misma ciudad, Pajocá, y los
jugadores se gritan indicaciones en su lengua maya, el kaqchikel. Otro equipo
habla en guaraní, la lengua indígena de Paraguay. Los aviones del aeropuerto de
La Guardia sobrevuelan a intervalos regulares.
Cuando Jorge
Chávez, migrante peruano, fundó en 1986 una de las muchas ligas que juegan en
el parque, pretendía crear un refugio para los recién llegados, cuenta su nieto
Martin Chávez.
Ahora, casi
40 años después, Martin Chávez, que nació en Nueva York y ha tomado el relevo
de su abuelo en la dirección, ha visto transformarse la liga según cada nueva
corriente migratoria.
En la
generación de su abuelo, los jugadores procedían en su mayoría de Sudamérica:
colombianos, peruanos, ecuatorianos y algunos chilenos. En la década de 1990 se
incorporaron más centroamericanos, y en la de 2000 los mexicanos llegaron en
mayor número.
Ahora, los
venezolanos.
“La única
diferencia es que ahora están hablando en las noticias que la gente está
llegando, pero este lugar no ha cambiado”, dijo Luis Leal, de 56 años, quien
llegó a Nueva York hace 20 años desde Guerrero, México. “Acá es donde uno se
viene a comer, a convivir con nuestra gente y hacer conexiones”.
Leal, que se
hace llamar Lucho y es propietario de una florería en Queens, ya no juega, pero
sigue viniendo todos los domingos a animar a sus amigos.
Mientras que
las iglesias y otras instituciones religiosas han creado redes informales para
ayudar a los migrantes recientes ofreciéndoles comidas, donaciones de ropa e
incluso asesoramiento jurídico, Leal dice que en el parque hay otro tipo de
comunión.
“Cada
domingo comulgamos con la pelota, porque no solo es jugarlo”, dijo. “Acá vemos
todo desde la orilla, que es donde también uno hace los amigos. Esto nos ayuda
a crear una comunidad”.
fuente de la información : https://www.nytimes.com/es/
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